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¿Por qué es que algunas personas tienen éxito con tan poco esfuerzo, mientras que otras se encuentran condenadas al fracaso sin importar cuanto se esfuercen?
¿Por qué algunos comienzan con buenas intenciones, pero encuentran obstáculos insuperables en su camino…mientras que otras progresan fácilmente?
¿Es cierto que la Verdad se encuentra "allí afuera?"
Si es así, ¿es posible descubrir alguna parte de ella?
Los seres humanos se encuentran tan agobiados por los asuntos de la vida cotidiana que se olvidan de lo más importante que tiene la vida: la muerte.
Nadie sale de aquí con vida.
Pero a nadie le gusta hablar - o siquiera pensar - en ese hecho tan simple que toda vida tiene en común: todos vamos a morir.
¿Y luego qué?
Hay muchas respuestas a esa pregunta, dependiendo de a quién se la haces. ¿Pero son estas respuestas la "verdad?"
Hay muchos que sugieren que tales preguntas no son importantes.
Algunas "filosofías científicas" postulan que el universo no es más que un "accidente mecánico" y nos enseñan que el único significado de la vida es que no hay significado en absoluto. "Come, bebe, y sé feliz porque mañana puedes morir" y luego- la nada.
Cuando preguntas: ¿qué pasa cuando morimos? Te encuentras frente a la cuestión de ¿por qué estamos aquí? ¿Por qué existen las cosas?
Al hacernos esta pregunta nos enfrentamos con una extraña condición de nuestra realidad - que hay un vasto abismo entre los métodos y las conclusiones de la ciencia y la religión.
Un científico y un cura estarán de acuerdo sobre la definición de un cristal de cloruro de sodio, pero seguramente no podrán ponerse de acuerdo sobre las definiciones teológicas.
Cuando consideramos la religión, nuestra manera de acercarnos al tema puede resultar ingenua o crítica. La palabra ingenuo, es "naïve" en Inglés y "naïve" viene del latín "nativus", lo que significa que ser ingenuo o "naïve" es adoptar un estado más o menos "natural" en nuestras actitudes frente a las preguntas de la vida.
Las experiencias religiosas "naïve" podrían compararse con el espectacular asombro natural que se produce en nosotros ante la vastedad de los cielos, la maravillosa fragilidad de una flor; el apabullante misterio que nos envuelve ante la presencia de los truenos, los relámpagos y los vientos tempestuosos.
Aquellos que observan las estaciones del crecimiento y la decadencia, del nacimiento y la muerte, deben intuir la idea de que existe un orden que controla toda la vida. La gloria de un atardecer, la majestuosidad de las montañas o el silencio intensamente personal de un bosque envuelto en la luz del sol impresionan a los seres humanos generando una sensación sentida más allá del alcance de los órganos físicos, de que NO estamos solos.
Todas estas cosas -y hay aún muchas más - pueden despertar en nosotros el sentido de lo misterioso. Y una observación cuidadosa nos dejará con la abrumadora sensación de que hay una "realidad invisible" que se encuentra detrás o sobre toda la vida visible de nuestro mundo.
Es en este estado de inocencia en el que estamos condicionados -aún más, programados - por las "tradiciones" de nuestras religiones.
Como resultado de esta "programación" la mayoría de los seres humanos simplemente siguen las prácticas convencionales: otras personas han ideado sus religiones, y éstas les han sido comunicadas a través de sus tradiciones, a las cuales se han sometido por imitación y las cuales han retenido por costumbre. Podríamos decir que poseen "una vida religiosa de segunda mano".
En todas partes y en todas las épocas, las experiencias de los seres humanos han sido nombradas y vestidas por las tradiciones y los conceptos que son capaces de explicar los misterios con los que éstos se enfrentan.
La pregunta es: ¿son esas tradiciones y esas enseñanzas verdaderas?
Cuando buscamos las fuentes originales que conformaron el patrón de toda esta masa de sentimientos sugeridos e imitada conducta, encontramos - en la raíz - individuos para quienes la religión existe como una "fiebre aguda", más que como una "costumbre aburrida" que debe ser soportada una vez a la semana para asegurarnos la "salvación".
El problema es que los "genios" religiosos - profetas - son frecuentemente personas a las que describiríamos como del tipo que posee una "exaltada sensibilidad emocional". Generalmente, viven vidas infelices, atormentados por la melancolía, propensos a las ideas obsesivas y fijaciones y, frecuentemente, son individuos que caen en trances espontáneos, escuchan voces, ven visiones y, esencialmente, se comportan de forma que la psiquiatría moderna considera patológica.
Por supuesto que hoy en día hay muchos individuos que se acercan al límite de la patología, promueven ideas, creencias y una gran cantidad de cosas sin sentido, y con gran razón se los talla de "sectarios". Lo que mucha gente nunca se detiene a considerar es que nuestras "religiones estándar" son tan "sectarias" como cualquier grupo moderno que clame poseer información brindada por los alienígenas o por otros comunicadores provenientes de una gran variedad de realidades.
La palabra "profecía", en su sentido original, significa "voz inspirada". Esto quiere decir que un ser humano afirma hablar con una autoridad que va más allá del simple conocimiento o percepción mortal sobre los "otros mundos" o las "realidades invisibles". Desde luego que esto nos hace preguntarnos QUIÉN es el responsable de provocar tal inspiración.
Y esta pregunta no es una sin importancia. Es, en verdad, CRUCIAL.
Parece que todas las culturas "primitivas" o que existieron antes de la palabra escrita, tuvieron alguna forma de comunicación codificada entre los espíritus y los seres vivos. Este fenómeno pareció ser universal en el mundo antiguo, pasando a ser condenado con la inserción del monoteísmo alrededor del año 1000 antes de Cristo. Cuando Yahweh hablaba a través de sus canalizadores, esta actividad era denominada "inspiración divina". Cuando cualquier otro lo hacía, se trataba de necromancia o de posesión demoníaca o, simplemente, de un absoluto engaño. Esto era porque, obviamente, debido a que Jehovah/Yahweh era el único dios, esos otros "dioses" no existían, por lo tanto, cualquiera que afirmara que estaba comunicándose con ellos estaba mintiendo. Desde luego, esto nos lleva a preguntarnos: ¿por qué es que la gente era condenada a muerte por comunicarse con dioses que, según aseguraban, no existían? Y, si realmente existían, y en verdad estaban comunicándose, como se pretendía que Yahweh también lo hacía, entonces ¿qué estatus sugiere eso sobre Yahweh, dado que era él el que clamaba ser el dios único y que esto era así simplemente porque Jehová/Yahweh así lo había dicho a través de la canalización? Algo muy curioso.
Maquiavelo observó que la religión y sus enseñanzas - carentes de sentido crítico- sobre la fe, la esperanza, la caridad, el amor, la humildad y la paciencia bajo el sufrimiento, eran factores que dejaban débil al hombre y causaban que éste se ocupara menos de los asuntos del mundo y de la política, y como consecuencia, entregara el poder a hombres malvados que no se hallaban influidos por tales ideales (aunque fácilmente podían aparentar estarlo).
De esta forma, el truco está en convencer a las personas que la "vida después de la muerte" es lo único importante en lo que hay que pensar, y es con este fin que las religiones monoteístas han sido formuladas. Es también con este fin, que muchas de las creencias de la Nueva Era y las "formulaciones" de las "verdades subjetivas" parecen haber sido maquinadas. Todo lo que tienes que hacer es tener fe o meditar para poder sentir "amor" hacia todo y hacia todos. Nada se dice sobre la lucha diaria, y la necesidad de una acción que podría contribuir a lograr un resultado diferente, positivo, en esta realidad objetiva, actual, en la cual vivimos, nos movemos y somos.
Esto nos trae de vuelta al problema al cual nos enfrentamos en nuestra realidad: que la ciencia de los "seres vivos" no ha marchado al mismo paso que las ciencias que tratan sobre los objetos físicos en nuestra realidad.
Las "ciencias duras" se basan, generalmente, en conceptos que pueden ser expresados concisa y elegantemente mediante las matemáticas. Los científicos han hecho un gran esfuerzo para crear un universo físico de magníficos cálculos e hipótesis. Este universo matemático es, frecuentemente, indeciblemente abstracto, compuesto de símbolos que expresan una realidad física más allá del campo del pensamiento ordinario.
Y aún así, si tú les preguntas a cualquiera de ellos, "¿por qué?", probablemente, no conseguirás una respuesta. Se supone que la ciencia debe decirnos Qué, Cómo y Dónde y, a veces, Cuándo, pero no tiene mucho que decir sobre Quién y Cómo.
De cosas tales como rocas, metales, líquidos, estrellas y átomos, se pueden extraer ciertas cualidades. La observación, descripción y clasificación de objetos, las relaciones entre cantidades variables, pueden darnos el poder de predecir futuros eventos y con frecuencia, determinar a voluntad su suceso. Al estudiar la constitución y las propiedades de la materia, la humanidad ha logrado dominar casi todo lo que existe en nuestra realidad - excepto a nosotros mismos.
Si todos vamos a morir, y ese es un hecho determinado de nuestra existencia - algo que es común a todos - ¿por qué la ciencia no ha hecho un gran esfuerzo, dentro de su esfera de acción, para descubrir la razón - y el propósito - de nuestra existencia?
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